sábado, 16 de noviembre de 2019

BIR Mandalay

16 de noviembre de 2019 - sábado

Fueron cincuenta minutos de avión que, aunque caro, mereció la pena el gasto. Me refiero al vuelo hasta Mandalay que sustituyó a una más que asegurada tortura de 22 horas de autobús por carreteras bastante deficientes. Y en tan breve tiempo de vuelo la conpañia aérea se portó muy bien y nos obsequió con café y un par de dulces. Que no, que no me arrepiento.

Pequeña sala de espera
El avión, también pequeño

Pensaba yo que al irme lejos de la costa del Golfo de Bengala y venirme al interior del país el clima cambiaría, al menos en relación al grado de humedad pero veo que no, yo sigo asfixiado y con la ropa pegada al cuerpo. A partir del mediodía, andar bajo el sol es una temeridad: llegamos a máxima de 34 grados y a mínima de 23 por la noche. Y el grado de humedad nunca baja de 75%. Hombre, a decir verdad yo me frotaba las manos porque esta vez me estoy olvidando de invierno en España pero claro, tampoco hace falta que nuestros amigos los asiáticos tengan encendida todo el día la calefacción.



Hoy he pateado la ciudad durante varias horas, hice unos quince kilómetros intentando tomarle el pulso. Paseo, observo, vigilo mi espalda y saco fotos. Así hasta las dos de la tarde. 

Escribiendo y planificando los días próximos. El ventilador yuda
Ahora escribo encerrado en el alojamiento al amparo de un tremendo ventilador que gira en semicírculo y que  cuando se enfrenta a mi me regala una chorro abundante de aire fresco.



Hay cosas de la ciudad comunes a otras ciudades, tal es el caso de Yangon, la capital. Uno, el tráfico caótico. La gente circula en un caos organizado. Hay que tener muchas horas de rodaje para salir airoso entre un enjambre de motos y coches, especialmente motos de cilindrada pequeña muy común entre a población.





Y como peatón sufres el hecho de que las aceras no existen, bien porque es así, están rotas o estan ocupadas por el primero que le da la gana. Puede ser alguien que vende comida, tiene un taller de ventanas o cualquier otra cosa, pero sobretodo, aparcamiento para motos. Curiosamente, aqui, frente al hotel hay instalado un inflable para niños que ocupa medio lado de un sentido de la calle, así, por todo el morro.  Entonces, no te queda más remedio que andar prácticamente siempre por la calzada y no es raro que alguna moto te roce el brazo cuando pasa a tu lado.



Y claro, si no se piensa en la gente que camina parece obvio que tampoco se le faciliten las cosas en los pasos de peanotes. Efectivamente, esa es otra aventura. Hay pocos pasos para personas y mejor ándate con ojo si cruzas. Por supuesto que cruzar de un lado a otros es una aventura del carajo. En fin que hay que espabilarse porque es muy facilito acabar perjudicado.



Hoy no toco visita cultureta tipo pagodas, monasterios o museos. Espero a que lleguen a Mandalay dos chicas españolas que conocí en Yangon y así compartiremos tiempo y los gastos de las excursiones, algunas bastante alejadas de la ciudad. Eso si, tengo mucho interés en ver el mercado del jade y mañana domingo toca.



En fin, hoy, me di un buen paseo alrededor del enorme Palacio Real y saqué algunas fotos de las torres exteriores.






Y un lugar que siempre procuro visitar es la estación de ferrocarril. En estos países que están en vías de desarrollo conservan aún una esencia especial donde lo moderno de introduce con tanta lentitud en el sistema que apenas se aprecia.





Me impresiona seguir viendo a la gente acostada en los andenes haciendo vida en tanto no llega la hora de subirse al tren. Ahí comen y duermen, todo es normal para ellos pero llamativo para el extranjero. Los trenes siguen siendo antiguos, con la pintura desconchada, las tapicerías envejecidas y siguen con su clásico "taclata, taclata" cuando ruedan sobre los empalmes de las vias. Me recuerda a mis tiempos de niño en España.



Y para hacer juego, las estaciones también están viejas, algunas demasiado descuidadas. Los paquetes, incluso paquetones aguardan en el anden a la espera de ser subidos para su transporte.



Y hasta los carros tirados por personas  que transportan estos paquetes aún existen, para regocijo mio. Me encanta este ambiente a antiguo, y es así, supongo, porque me llena de nostalgia de un tiempo de niñez donde todo es nuevo, primero, y donde los aprendizajes te alertan continuamente.

ENLACE a fotografias

No hay comentarios:

Publicar un comentario