25 - 12 - 2019
UN POCO DE REPARO
Me refiero a que me cuesta publicar esta entrada porque aunque la justificación es fácil, lo cierto y verdad es que de tres países visitados ya conozco las urgencias sanitarias de dos e ellos. A ver si de aquí en adelante consigo rebajar este ratio y dejo de poner a huevo a mis "enemigos" el cachondeito fácil.
Dice una amiga que nunca va a viajar conmigo porque siempre me pasa algo malo.
Dice un colega canadiense de viaje, que en casa, tirado en el sofá, estas cosas no pasan.
En realidad siempre pasan cosas, no importa dónde. Es la vida misma. Hoy me toca a mi en Asia y al mismo tiempo a alguien le caerá un maceta en la cabeza mientras pasea feliz con su perro allá en el "primer mundo".
En Tailandia, para quien no me leyera en su momento, ocurrió que unos cuantos bichitos me provocaron una sinusitis bacteriana, es decir, una infección que podría haber pillado en cualquier lugar de España, por ejemplo. Y aquí, en Laos fue la moto que iba conduciendo la que se hartó de mí y me lanzó a la carretera con el consiguiente golpetazo sobre el hombro-costado-cabeza.
Desde que comencé el viaje era la cuarta vez que utilizo una moto con toda normalidad. Cierto es que la diferencia en esta ocasión es que yo iba por un camino de tierra y graba y mi scooter no estaba preparada para un terreno tan seco y pedregoso.
Los primeros seis kilómetros son de asfalto hasta la Blue Lagoon1. Después, luego tuerce a la izquierda y te adentra en un ancho camino de tierra que va pasando por los pequeños pueblos a pie de unas montañas y paisajes preciosos.
Veo un puente de madera y paro para sacarle una fotografía. Su firme de tablas cruzadas y lleno de clavos le da un aire de cierta inestabilidad, fácil para que una rueda toque un borde y te ponga en peligro. De hecho, como para dejarlo más claro, cruzo el puente mientras grabo un corto vídeo, El taclateo con las tablas es significativo. (VIDEO)
Cruzó el puente y vuelvo al camino. A no más de diez minutos de este punto mi adorable moto decidió que ya estaba cansada de mi y me lanzó por los aires.
Bueno, iba muy despacio y prudente, lo juro, jajaja, pero en un momento dado la motita del carajo patinó con la rueda delantera y nada más pude hacer.
Caída brusca sobre el lado izquierdo. Sentí mucho, muchiiiisimo dolor en el costado. A mi lado la muy cabrona seguía con el motor ronroneando como si tal cosa. Yo estaba solo y sin embargo me levanté a toda prisa, sintiendo esa vergüenza estúpida que sentimos los humanos cuando nos vamos al suelo. Dolorido, solo me dio tiempo a girar la llave y apagar la moto porque la bajada de tensión fue inmediata y el mareo me invadió. Me tendí sobre la tierra cuan largo soy esperando lo que era inevitable.
Desperté uno o dos minutos después, calculo, cubierto de sudor frío, lleno de polvo y tratando de poner en marcha mi brújula mental porque estaba muy descentrado. A mi lado gente mirándome con impotencia. De todos, un chico joven de no más de 20 años se acercó a mi y ya fue mi ángel de la guarda hasta mi llegada al hospital. Me sabe mal no haberle preguntado por su nombre pero lo recordaré siempre por su gran actitud y humanidad.
Tardé un buen rato en gestionar mi impotencia y tomar fuerzas. Este chico, al que llamaré Ángel en adelante, levantó la moto, la arrancó y me pidió que me subiera atrás. Joder, que dolor, estaba ido. Pensé que moría en el intento pero un rato después paró en un pequeño dispensario médico local. Allí una asistenta, enfermera o no se qué, se limitó a ponerme una mascarilla de oxígeno al ver que yo me mareaba. Mal sabía ella que era una cuestión de la bajada de tensión pero no la culpo.
Ángel, mi ángel, no se separó de mi. Qué grande este chico. Solo hablaba Lao, pero se preocupó muchísimo por mantenerme informado y tranquilizarme. El asunto es que este muchacho y otra mujer que yo asocié con su madre, se ocuparon de mi, de la moto y de avisar a una ambulancia.
Subo a la ambulancia. El auxiliar que venía atrás conmigo me pide que me acueste en la camilla. Y una leche..., si me acuesto, con los botes que va dando el vehículo llego muerto por el dolor. Me quedo sentado y aguanto el tipo sujetándome el brazo dañado mientras avanzamos escandalizado a todo dios con la sirena puesta. Así hasta llegar al hospital de Vieng Vang.
Ángel, mi ángel, llega también conduciendo mi moto. Y en otra moto (aquí todo el mundo anda en motocicleta) llega su madre que tendrá que llevarlo de vuelta al pueblo. Los veo y no paro de pensar con qué dos personas fantásticas me he topado.
Ángel avisa por teléfono al negocio de alquiler de motos para que venga a recogerla. Yo, mientras tanto empiezo a ser atendido por el personal médico.
El doctor me evalúa los movimientos del brazo y me pregunta donde me duele. Manda que me saquen una radiografía. Acompaño al tipo, me pone de frente a la máquina y me saca una sola toma frontal. Lo curioso viene a continuación.
Con la radiografía en la mano me lleva a la ventanilla de pagos para que abone el importe de la factura por ese concepto antes de que me siga atendiendo el médico. Yo, incrédulo, dolorido y maltrecho me cabreo como una mona por la falta de tacto y sentido humanitario. En un arrebato de mala leche le digo al tipo que no tengo dinero y espero a ver qué coño decide hacer. Actúa bien, me lleva al médico y este levanta la radiografía para observarla y darme su veredicto. Decir que estaba acojonado, es decir bien poco.
There is nothing broken ¡¡¡ . Joder, no me lo acabo de creer. Nada roto después del golpetazo sufrido y del dolor inmenso que siento.
NEGOCIANDO CON LA DUEÑA DE LA MOTO
Llega la dueña de la moto. Ella tiene mi pasaporte porque había quedado en depósito como garantía por el alquiler. Le digo que lo entregue al hospital para que tomen mis datos. Se resiste porque retener el pasaporte es asegurarse el cobro de los daños pero se ve obligada a entregarlo.
Se lleva la moto y vuelve a los diez minutos para explicarme los daños que tiene y pedirme un pastón para su arreglo.... que si la dirección está torcida, que si por este rasponazo hay que cambiar el lateral de plástico, bla, bla, bla.... Me cabreo de nuevo. La hijaputa ni me preguntó cómo estaba yo. Le digo que no con voz y gestos, muy clarito, que está exagerando (cosa que era verdad) y que ya hablaríamos en otro momento.
Claro, inmediatamente su reacción es ir a recuperar el pasaporte pero el cajero del hospital, le deja claro que no, que se lo queda el hospital porque yo no tengo dinero y no he pagado la factura médica. Bueno, bueno... la dueña de la moto empieza a jurar en hebreo mientras me fulmina con la mirada y habla sola como una loca. Ante mi sorpresa se largó de allí. Yo imaginaba que volvería más tarde con "refuerzos" para meterme en un buen lío pero a día de hoy nada he vuelto a saber de ella.
Cuando comprobé que todo estaba despejado y yo algo más repuesto y tranquilo, busqué un cajero automático, saqué dinero y liquidé la deuda con el hospital. Recuperar mi pasaporte era prioritario.
Han pasado cinco días. Hoy es 25, día de Navidad y arranco viaje hacia Vientian, capital de Laos, aún con el brazo en el cabestrillo.
Estoy bastante mejorado, las inflamaciones han bajado mucho, el dolor ha remitido bastante y, aunque me queda por recuperar bastante movilidad y mi costado me mata cuando toso o estornudo, me voy. Necesito avanzar hacia el sur. Mi próximo país es Camboya. Y no quiero conocer cómo funciona su sanidad pública, jajaja.
Mi familia y amigos a los que intereso sabrán disculparme por no avisar de mi estado pero no vi la necesidad de preocuparles.